domingo, 18 de septiembre de 2016

Marta Becker

                                 SUDESTADA  
                                                    Marta Becker

Hace más de 20 horas que la Juana comenzó su trabajo de parto. Toda sudorosa, se retuerce en el camastro ante cada contracción. Tomás ya trajo a la comadrona, que pone compresas frías en la frente de la parturienta.
- Vaya a buscar al médico – dice doña María, que no ve bueno el nacimiento.
- ¿Cómo voy, con esta tormenta? pregunta un hombre consternado frente a la escena. No sabe qué hacer, es su primer hijo y una experiencia desconocida.
Juana lanza un grito desgarrador, se toma de las manos de doña María y pide ayuda.
- Juerza, mi´ja, el niño está ahí nomás, con unos cuantos pujos sale, dice la mujer, aunque no está tan convencida que será así. - El chico viene de nalgas-  le comenta al padre en un susurro, y éste no sabe bien de qué se trata.
- ¿Está todo bien?, consulta con un hilo de voz. No soporta más ver a la Juana con tanto sufrimiento, pero no puede separarse de la escena.
- Corra, traiga al médico, insiste la vieja, con experiencia suficiente como para dar órdenes.
La tormenta que arrecia desde hace varios días hizo subir el río al máximo nivel. El agua corre con fuerza y arrastra todo lo que encuentra en su camino. Ramas, camalotes, troncos, animales muertos, todo forma una capa sobre la superficie del río y sigue su curso a toda velocidad.
- Apúrese, hombre, con este tiempo va a demorar más, salga ya y traiga al doctor- vocifera doña María.
Tomás se calza unas botas gastadas que le llegan hasta las rodillas, se cubre con una manta vieja y sobre la cabeza un sombrero que no cumplirá ninguna función práctica y corre hasta el bote amarrado a uno de los postes del embarcadero.
La precaria embarcación baila al compás de las aguas de aquí para allá. Tomás agarra con fuerza un remo, desata el bote y se incorpora a la corriente.
- No te vayas - grita Juana – y se sacude con una nueva contracción.
- No le haga caso, hombre, apúrese – grita a su vez doña María con tono imperioso.
Ambas voces se pierden en medio de la tormenta.
La sudestada tan temida por los isleños arma su historia.
Tomás consigue llegar hasta el doctor en el mismo momento que doña María acuna en sus brazos un guachito.


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