sábado, 24 de diciembre de 2016

Jenara García Martín

      Recuperé las alas perdidas 
Jenara García Martín

Había terminado mis estudios Universitarios. La carrera de ARQUEOLOGIA Era mi pasión....y pude descifrar el mensaje de mis padres, cuando me decían:

-Algún día tendrás alas y por su intermedio la libertad de volar como cualquier ave. Aprovecha esa oportunidad hija mía - me repetían.- La libertad es frágil.

Comprendí el mensaje. Las alas estaban ocultas dentro de mi mente,. y mi libertad también. Ligada a la ansiedad de conocer el mundo que se  presentaba a mis pies.

Eran alas de responsabilidad, más que de libertad. Era una libertad que solamente yo la tenía que saber manejar  para no perderla.

-¡Qué feliz me sentía con lo que había logrado!. Y la dicha de mis padres era inmensa. Era hija única Ya tenía una profesión. La que yo había elegido.

Con la mente puesta siempre en que el Arqueólogo debe viajar mucho. Conocer distintos países para descubrir el misterioso mundo del pasado.  Esa historia que en teoría había recorrido a través de todos los libros que pasaron en mis manos,  ahora quería palparla. Desmenuzar sus secretos. Quería ser protagonista en esos escenarios de ocultamientos increíbles.      

Lo conversé con mis padres, quienes estuvieron de acuerdo y dispuestos a soportar los gastos que mis proyectos implicaban.  

De esta forma y analizando lugares donde yo podía desarrollar mi profesión, elegí llegar hasta Egipto. Era mi meta. Penetrar en el enigmático mundo del pueblo antiguo de los faraones y su cultura.

-Aurora, -me dijo mi padre al despedirme en el aeropuerto -, sabemos que estudiar la cultura egipcia y su arqueología ha sido siempre tu mayor ilusión. Ten presente que desde aquí estaremos apoyándote en todo. Mas a partir de ahora,  vas a estar sola. Cuídate. Y aprende a elegir tus compañeros de profesión, porque no trabajarás en solitario. Es muy importante.

Mi madre le interrumpió con otra recomendación  al darme el beso de despedida.

- No olvides llamarnos por teléfono en cuanto te instales en el Hotel. Tus noticias las esperaremos con ansiedad,  hija mía. 

Ya ubicada en El Cairo, cumplí con el pedido de mis padres y  comencé a estudiar las posibilidades que estaban a mi alcance para emprender los proyectos que yo tenía. Recorrí estudios de Arqueólogos donde aceptaban a profesionales con aspiraciones como las mías y me incluyeron en un grupo formado por dos parejas, más o menos de mi edad. Eran italianos como yo.

Con ellos empecé a compartir, no sólo la profesión, sino  mi vida, que hasta ahora había sido muy diferente. Nuestro lugar de trabajo fué EL VALLE DE LOS REYES. Nos destinaron  tres  carpas bastante cómodas instaladas en el campamento que pertenecía al Estudio que nos contrató.  Todos los fines de semana viajábamos a El Cairo llevando al Estudio, el informe de nuestras investigaciones. .

Más adelante se agregó otra joven, de nuestra misma edad, que acababa de recibirse,  según ellos  que la conocían. Tuve que compartir con ella mi carpa. No desconfié. Luego supe que nada le interesaba de nuestra  Profesión. Era otra su misión.  Seguía a un movimiento con ideas totalmente  reñidas con la moral  y metida en un mundo obscuro relacionado con el vicio. Buscaba adictos.

Me atraparon en ese mundo desconocido para mí. Me dí cuenta que iba perdiendo mi libertad. Mi voluntad. Hasta mi identidad. Ya no era yo. Ya no podía volar.

Que  frágil me sentía. Así no podría llegar a la meta que me había fijado a mí misma .A mis padres,  los estaba engañando. Ya era dependiente de esa extraña sustancia que todos los días fumábamos. Adicción a la cual  no podía resistirme y temía que me rescindieran el contrato  si mi adicción era descubierta.

Recordaba las palabras de mi padre: LA LIBERTAD ES FRAGIL...ES FRAGIL...

-Mamá, ya todo pasó. Me dí cuenta a tiempo. Algún día  os contaré  lo que me ha sucedido. Ahora necesito vuestra comprensión y vuestra ayuda.

-Ya la tienes hija mía. Apóyate en nosotros.

Tomamos el avión de regreso a Milán, donde teníamos la residencia familiar.

Yo necesitaba la ayuda de algún centro de rehabilitación para desintoxicarme y a él me llevaron mis padres. Los médicos les recomendaron que me dejaran internada por un tiempo.  Reconocí mi estado  y me puse en manos de los especialistas. Pude liberarme de la adicción con pasos lentos y angustiantes, pero seguros.  Día a día  mi recuperación era notoria. Mi voluntad me daba las fuerzas que necesitaba. Siempre pensaba en el tiempo perdido y  en el futuro.

Fue un  largo año. Los médicos dijeron que había sido rápida la recuperación, pero a mí me pareció una eternidad. En la terapia de grupo, tuve la suerte de ayudar a otros que estaban sufriendo el mismo problema. Eso me hizo sentirme  feliz, pese a mi desgracia.

Un día, que lo recordaré toda mi vida, me llamó el director del Centro a una entrevista especial, en compañía de mis padres.

Su pregunta me devolvió a la vida:

-¿Te sientes con fuerzas para ser tu misma de nuevo y dirigir tu vida con libertad y responsabilidad?

¡Había esperado tanto esa pregunta! Pero me quedé muda e inmóvil. No sabía que responder.

Mi padre me hizo reaccionar, ante mi silencio.

-¡Estás curada!, -me dijo-. El pasado, sólo, es pasado.

Mi madre me abrazó llorando. -diciéndome-. ¡Lo lograste, hija mía.!..¡Lo lograste!

De mis labios, repuesta de la sorpresa, salieron las palabras que todos querían  oír.

-¡Sí, lo logré!...Gracias al apoyo de todos Ustedes. Estoy segura que puedo volver a ser la de antes.  No les defraudaré. Fue mi falta de experiencia. Mis deseos de conocer mundos diferentes. Gentes de otras culturas. De otras costumbres. Con distintas maneras de pensar, lo que me hizo caer en esa trampa. Pagué el precio que todo esto conlleva, cuando quieres recorrer un camino desconocido. Volveré a trazarme la meta que siempre tuve, y la seguiré fiel a mis principios. 

A mis padres aún no puedo contarles esas tristes experiencias que ahora las veía como una pesadilla. No podía creer que eso me hubiera sucedido a mí. Yo sospechaba  que ellos adivinaban lo terrible que había sido ese año lejos de mi entorno, pero nunca me preguntaron. Me prometí volver a ser libre y recuperar las alas que estaban extraviadas en mi mente. Esas que nunca se ven, pero que las sientes y te dan fuerzas para seguir adelante.

-Si vives en el pasado -me dijo un día mi padre-,  no existe modo alguno de que puedas caminar hacia un futuro.

-Volveré a empezar,  padre, y ten la seguridad que la puerta que he cerrado tras de mí, no se volverá a abrir.  No olvidaré vuestros sabios consejos...

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