domingo, 23 de abril de 2017

Virginia Perrone

Había una vez una niña  
Virginia Perrone


Hubo una vez una niña, que con los años devino Analista y esas cosas; esa niña sólo encontró en la palabra y en la expresión poética la forma de romper sus cadenas y sus quietudes. Sólo en la generosidad de la Palabra encontró los "se puede".
Hoy esa niña tiene cincuenta años, y aunque algún treintón le musite algún "a la pipeta" u otro tan joven le pida con señas un teléfono de auto a auto, hoy esa niña está tratando de erguirse desde otra etapa.
Leyendo "El País que nos habla", de Ivonne Bordelois,  me duelen menos mis pulgares por este principio de artrosis que me preocupa en estos días.
Reanudo diariamente mi fe en la Palabra pero es difícil encontrar interlocutores tan limpios, tan transparentes para el tema.
Para mí la Palabra no ha sido un tema intelectual. En sus comienzos ha sido un tema vital, oxígeno; el primer pasaporte vital válido. Luego,  con el tiempo,  vinieron de la mano de otras Palabras las fundamentaciones más apasionadas y militantes para su defensa. Ahí la Palabra devino entonces al plano intelectual.
Mi alma sabe cuando la Poesía golpea sus puertas porque lo siento en el pecho antes que en la conciencia. Yo sé cuando leo Poesía, no porque sea "cortita y pa´ bajo" como decía con sorna el querido Isidoro Blaisten, sino porque algo abre mi pecho y despierta mi conciencia y se me despliegan todos los "se puede".
El libro de Bordelois es, sobre todo en su segunda mitad, un maravilloso "aleteo sobre el abismo". Es Palabra. Es Poesía.
 No dejen de hojearlo en alguna librería. Tal vez también los capture.



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