domingo, 24 de septiembre de 2017

Carlos Milone

Telequinesia  
Carlos Milone

Hace dos semanas que las cosas importantes le saturan los días, modificando itinerarios habituales, imponiendo horarios insólitos, viajes imprevistos, demandando esa inversión extra exigida por los negocios en tiempos difíciles.
Apaga el celular y entra al despacho dispuesto a encerrarse. Cuando enciende la luz un humo denso y blanco ocupa el espacio, que se vuelve impreciso. No siente el piso, esta transportándose, hasta que las piernas se hunden en un limo caliente que le cubren las rodillas. Un conato de tormenta gira en el aire, lo convulsiona y desaparece, descubriendo una basta llanura de horizontes lejanos y brumosos. Hace un esfuerzo para liberar las piernas, pero advierte con horror que el barro se enfría, se endurece. Signos de interrogación, de su nueva estatura, emergen del suelo. Son de piedra o de madera y algunos de hueso. Están dispuestos en hilera, como tumbas solitarias que ocupan la planicie hasta más allá de donde abarca la vista.
El cielo es una capa negra. Primero ve pasar palomas que no vuelan, flotan, después siguen conejos, sedas de colores, esferas, pelotitas de ping pong, aros encadenados, naipes gigantescos, cubos y una mujer serruchada, que sonríe.
No entiendo donde estoy, pregunta. En el país de la magia, le dice un viejo que esta sentado en un signo de piedra ;  soy el cuidador, acá vienen las cosas que hacen desaparecer los magos, bueno, no ellos, el candor que consiguen de los chicos, tan sublevados contra la realidad de la que desconfían , pero siempre dispuestos para aplaudir la desaparición de todos estos objetos. Aquí terminan además, las preguntas que nunca hacen y lo consideran perdido.
Entonces recuerda lo que olvidó. Había comprado los regalos y arreglado el envío por el celular. También por el celular contrató   trató al mago. En las últimas dos semanas, no fue a ver a su hijo que seguramente a esa hora estará soplando cinco velitas, con los ojos cerrados, pidiendo tres deseos.


Siente que el cuerpo se le comprime, se dobla, va tomando la forma de un signo de interrogación y en pocos minutos es una tumba más en la planicie, una de hueso.

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