domingo, 19 de noviembre de 2017

Fernanda Olinika


La cita 
Fernanda  Olinika

El día por fin llego. El encuentro tan esperado  iba a ocurrir. Pasaron veinte años de la última vez que se vieron. En el almanaque del corazón el tiempo nunca pasó.
Se baño, se seco y mientras perdía la mirada en el espejo, recordó cada momento vivido. Sacudía el cabello para acomodarlo, era corto y sus canas le invadieron el castaño de la juventud.
Roció con su perfume todo el cuerpo. Tomó un vestido de color azul marino con florcitas pequeñas, que le marcaba bien su figura, unos zapatos bajos y su cartera, y se dispuso a salir. 
Subo al auto que me va a llevar al lugar donde nos vimos la última vez. Preferí bajar unas cuadras antes y caminar hacia la confitería. Todo había cambiado.
Me senté junto a la ventana, desde ahí podía percibir el aroma  de la primavera, narcisos, rosas, jazmines y un gran paraíso  inundaba la mesa del café.
Bebí una copa de vino. Mis labios se pintaron de rojo carmesí  y la melodía del lugar generaba en mi corazón una explosión de amor.
Los minutos pasan. Sabe que este tiempo es de ella. Tiene un lindo sabor la espera, recuerdos,  nostalgias, angustias, satisfacciones. Puedo traer a mi memoria un sinfín de momentos vividos. La vida es eso, fragmentos guardados de un vivir.
Se sintió observada, le generó timidez, pero le sonrió.
Se acerco a la mesa, donde ella parecía una roca, y él le pregunto –puedo acompañarla, no la incomodo-.
Por favor siéntese.
Pidieron otras dos copas de vino, charlaron como si ese momento hubiese estado planeado para ellos. Se rieron de las ocurrencias que cada uno aportaba en esa mesa de café. Pasaron las horas tan rápido, que la noche comenzó aparecer.
Se saludaron, volvieron a reír y fijaron cita para un nuevo encuentro.
Tomo su cartera y camino bajo el cielo estrellado que iluminaba su rostro y lo llenaba de brillo y juventud.


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