domingo, 22 de abril de 2018

Daniel de Culla



EL ORINAL 
Daniel de Culla

Diego Velázquez se llama mi viejo abuelo. Yo tengo que estar pendiente de él porque, al menor despiste, se me escapa. Sobre todo de noche, pues le gusta salir de casa, aprovechando que dice que va a mear, y marcha a los jardines de la Universidad de Burgos a ver películas de terror al aire libre. Pero, también, para agarrarle a algún mancebo de la polla, pues es algo mariposo y le he visto salir  con postura de galas con plumajes muchas veces.
Siempre me dice, cuando va al retrete:
-Dios me la ha deparado buena. Todavía se me eleva, hijo.
Como quiero que se quede en casa, le he comprado un orinal de cerámica, que me ha regalado un boticario amigo mío, y se lo he dejado debajo de su cama. Nada más verle se ha puesto contento, pues dice que le hace recordar  los orinales cuando estuvo hospitalizado en el hospital militar por causa de una picadura de avispa en su glande; pero yo creo que fue porque visitaba asiduamente las casas de putas de la calle Fernán González.
Él mea como un Asno, y cuando mea se le quita el cansancio. Sin embargo hoy, yo no sé si por  la pesadilla de la película que vio anoche,  dice que mea a dosis y con dolor. Se ha levantado de la cama haciendo ruidos  en la noche, espantando sus fantasmas, encendiendo un cabo de vela, que usa porque dice que la luz es muy cara, y la factura eléctrica es un dolor de muelas.
-Ya está el diablo tramando la orina; me cago en el obispo de Brenes, de Sevilla, exclamó; comenzando a orinar dentro del orinal cuando ya era de amanecida.
Cuando hubo terminado, removió con el glande la orina y, al instante, dándose cuenta de mi presencia, me preguntó que si veía, como él, a una moza con un orinal en la cabeza, y a un viejo con una albarda de años a cuestas, intentando alzarle las faldas  y penetrarla.
Acabado el trabajo,  me miró directo a los ojos, examinando lo que tenía entre manos y, al  darse cuenta que era su gata, exclamó:
-Mucho te quiero, María; pidiéndome que le ayudase a meterse en la cama, y le atase los pies por debajo.     

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